Saltar al contingut Saltar a la navegació Informació de contacte

Pregó de la Festa Major de 2018

a càrrec del Dr. Fernando Garza Domínguez

Bon dia a tothom!

Ilustre Sr. Alcalde, concejales, autoridades y en general a todos los vecinos, habitantes y amigos de este pueblo de Organyà.

En primer lugar permitirme que me dirija a vosotros en castellano, porque así puedo expresar mejor lo que siento, ya que mi catalán actual es muy precario.

Es un gran honor para mí, que el Alcalde Celestino Vila (que raro se me hace llamarte Alcalde querido Tino) y el Ayuntamiento, hayan pensado en mí para este Pregón que abre la Festa Major de Organyà, a la que tantos años he concurrido desde la parte baja del balcón. Nunca pensé que llegaría a ser Pregonero Mayor de esta Villa - habitualmente otorgado a personalidades ilustres, lo que me demuestra el cariño que me tenéis, cariño y gratitud compartida, porque aquí, gracias a vosotros, me hice médico. El verdadero médico en contacto constante con la gente. Aquí aprendí además, el sentido de la responsabilidad y dedicación al trabajo. Siempre recordaré la primera gran lección que recibí (vale la pena que os cuente esta anécdota).

Un señor acudió a la consulta a las 9 de la mañana; yo dormía. La Sra. Martínez me llamó, pero seguí durmiendo. Al rato me volvió a llamar diciéndome: El Señor se está poniendo violento. Aprisa y corriendo me vestí, bajé a preguntarle que le ocurría, y me contestó: Sr. Garza, usted y yo somos trabajadores, yo del campo, y me levanto a las 6 de la mañana, y usted de la Medicina que deba ser al servicio nuestro, y su obligación es estar a las 9 de la mañana en la consulta. Comprendí que tenía razón, y que si quería ser alguien en mi profesión, tenía que ser a base de trabajo y dedicación. Aquello marcó mi futuro. Este Sr. era D. José Vilana (Renegat). Gracias Sr. Vilana por la lección.

Vine aquí por casualidad, porque un compañero de la Facultad (Dr. Martínez Planes) me pidió que viniese a su pueblo durante 6 meses hasta que acabase la carrera para guardarle la plaza de Médico libre que había quedado vacante al fallecer recientemente su padre, que la ocupaba. Por diversas circunstancias, aquellos 6 meses se convirtieron en 13 años.

Mis principios fueron decepcionantes tanto en lo profesional (no tenía pacientes) y sobre todo en lo económico (no ganaba ni una pela) hasta tal extremo, que la buena Sra. Martínez (mi patrona) tardó 6 meses en poder cobrar la pensión. Me sostenía la amistad de los amigos que hice (Manel Rocamora, Vicent Gilbert, Gustavo Barriga y Paco Serradell que, junto José Luís Husillos (que consideré como un hermano) me animaban, y porque no, me involucraron en su buen vivir de las noches en el Bar de Ramón.

Pero todo tuvo su límite. Al año de estar aquí en las mismas condiciones precarias y que había puesto en conocimiento del Sr. Alcalde, solicité al Colegio de Médicos que me asignase otro destino: Isona.

Me dirigí a Lérida a tomar posesión de mi nueva plaza, llevándome en su coche el Sr Husillos. Nos detuvimos en Pons  en el Bar Ventureta a desayunar. Allí, con gran sorpresa nuestra, apareció D. Marcelino Rosell, Alcalde entonces, para que desistiese de irme e instándome a que volviese a Orgañà. Me garantizava 3000 pesetas mensuales en concepto de Iguala.

Así fue mi vuelta.

Ya establecido aquí, qué os puedo contar de aquél Organyà  entrañable de los años 55 y 60 con sus grandes ferias de ganado y Fiestas Mayores, dónde pasé a ser una Autoridad con su protocolo de tener que ir vestido de gala en procesiones y actos honoríficos.

Os podría contar cientos de anécdotas de aquellos tiempos, algunas tan curiosas como que, cada vez que iba a visitar un domicilio, lo primero que me traían era un plato con un pañuelo. (No sabía para qué). Más tarde comprendí que era para auscultar al paciente. Excuso decir que seguí utilizando mi Fonendoscopio.

Otra que me impactó sobremanera y me demostró que no se puede, o se debe, ignorar la sabiduría popular y su hacer, por más que suponga una aberración para la Medicina. Llamada a altas horas de la madrugada para que fuese a Coll de Nargó para atender a una parturienta a la que la partera del lugar no lograba sacar la criatura. Allí me dirigí acompañado de Rosa la Comadrona (sabía mucho más que yo de estos menesteres, además de mi aversión por los partos). Con gran esfuerzo y tiempo logró que el niño viese la luz, pero cianótico y en parada cardio-respiratoria. Allí nos tenéis empleando todas las técnicas que sabíamos, pero inútil, el niño no volvía. A mi lado estaba una buena mujer (la partera) que al ver que nuestros esfuerzos eran estériles y el niño se moría, me decía Dr& déjeme actuar a mí. Rechacé su oferta, sobre todo cuando me dijo cuál era su técnica. Esta consistía en: Coger una gallina y meter su pico en el ano del niño. Cuando la gallina muera, el niño vivirá. Podéis imaginar lo que pensé, pero cuando ya dimos por muerto al niño le dije Puede hacer usted lo que quiera. Hoy el niño debe tener 50-55 años. Esta técnica la he comentado con sabios compañeros y no se lo podían creer, sino fuera porque había sido testigo. Fue otra gran lección.

Pero no todo fueron lecciones recibidas, hubo otras de las que me sentí orgulloso, dada la gravedad de las mismas y el tener que soportar las críticas de compañeros quienes sostenían que mi  audacia suicida comprometía seriamente la vida del paciente.

Citaré las 2 más relevantes:

La primera con los Magatsen Antonia y Sebastián, que por un desgraciado accidente sufrieron quemaduras. Antonia del 60% del cuerpo (brazos, piernas y abdomen). Sebastián ambos brazos. Las de Antonia muy graves (hoy iría a una Unidad de quemados) y que con grandes curas, transfusiones y goteros, logré sacar adelante con un mínimo de secuelas. Su agradecimiento fue grande y prácticamente pasaron a formar parte de mi familia. Fueron unos verdaderos padres para mis hijos Margarita y Fernando.

La segunda con la jove de cal Nando. Contrajo un Tétanos de tal virulencia que en aquella época suponía una alta mortalidad. Fueron muchas horas, sobre todo nocturnas, las que tuve que acudir a su domicilio  para solventar las crisis convulsivas que sufría y que ponían en peligro su vida. Estuve un mes prácticamente sin poder dormir por la noche.

Y así fue mi hacer durante esos años, introduciendo una medicina desconocida para ellos. Medicina audaz y temeraria, pero verdadera medicina rural, porque hice todo tipo de patologías (fracturas, cirugía, transfusiones de sangre y plasma) ayudado por Jorge Alsina, Farmacéutico con gran formación profesional que con sus análisis de sangre y pruebas de compatibilidad para las transfusiones, hizo posible el realizar estas técnicas.

Su ayuda fue tan eficaz que contribuyó  en cierta forma, en mi salida de Orgañá. 

Un día del mes de Diciembre del 67, de mañana recibí una llamada telefónica del Jefe Provincial de Sanidad de Zaragoza, diciéndome que tenía plaza vacante en Zaragoza. Que si la quería, tenía que tomar posesión de ella es misma mañana antes de las 2 de la tarde. No me dio otra opción ni que pensar. Me dirigí a la Farmacia a solicitar la opinión de Jorge, quién me dijo que debía aceptar, aun sintiéndolo mucho por él. Además me tuvo  que prestar su coche, hay que mi 1500 estaba averiado. Volé hacia Zaragoza para llegar antes de la hora señalada y decidí tomar posesión de mi nuevo destino.

Reconozco que mi salida fue muy precipitada,  pero  mandaron las circunstancias.  Y que no fue muy bien aceptada por el pueblo, pero tenía que pensar en el futuro de mis hijos, lo que me llevó a tomar esa decisión y era una oportunidad única. Además por qué no decirlo, quería dedicarme a la cardiología.

Marché, pero quedó aquí parte de nosotros, gratitud y muchos y buenos amigos, con el ansia de volver siempre que pudiésemos. Por eso, cuando tuvimos ocasión, adquirimos la que sería nuestra segunda residencia (Cal Garza figura en ella) convirtiéndonos en unos vecinos más de este pueblo.

Pero no todo ha sido trabajo, también he tenido mis buenos ratos de ocio y hacer grandes amigos.

Inicialmente los citados del buen vivir a los que se fueron sumando Mateo (Veterinario), los cajeros Catalán, Tarafa y Fernández Cirici, y otros como Valentín, las Conchitas (Cuello, Valentín y Martínez), los taxistas (Chato, Jaime Benabent, Trícula y Celestino Vila) compañeros de fatigas por esos caminos de Dios, llevándome a visitar a las Masias más insospechadas por abruptos caminos que a veces eran únicamente senderos.

Posteriormente José Cerdaña (PICOY) que me enseñó lo que sería mi gran afición: la pesca.

Una tarde me dijo: Chaval hoy vas a acompañarme a pescar y verás como pescas. Me llevó bajo el Pantano de Oliana diciéndome, pesca aquí. Y vaya si pesqué, saqué 7 hermosas truchas que no sé si las compró y las echó allí para que las pescase o Dios amparó mi inocencia Pero aquél día nació lo que sería mi gran afición, la pesca, y la amistad de un gran amigo, mi mejor amigo. Él y Marcelino (Pallerola) fueron durante años mis compañeros de pesca y plegar bolets, cuando terminaba la temporada de pesca. Pasábamos muy buenos ratos juntos, rivalizando en las hazañas y número de truchas o bolets que cogía cada uno.

Ambos fallecieron. Mi gratitud y recuerdo irán siempre con ellos.

El gran vacío que me dejaron lo llenó Rosendo Perdigues (mi buen amigo Rosendo) maestro de maestros en Bolets que me enseñó cómo encontrarlos y con él recorrí gran parte del Pirineo de Alt Urgell. Dell que admiré su pericia boletaire y sobre todo su sentido de la orientación en el bosque, siempre sabía dónde estaba, lo que yo nunca he conseguido, ello hacía que no me separase de él más allá de 12 o 15 metros. Desgraciadamente también ha fallecido.

Gracias Rosendo, tu recuerdo perdurará siempre en mí.

Todos ellos crearon en mí un espíritu de amistad y camaradería difíciles de olvidar.

Gracias así mismo a toda aquella generación que me sobrevive y cuyos hijos (niños entonces) son hoy padres de familia e incluso algún abuelo. Gracias a todos, incluso aquellos que no me conocieron, pero que quizás haya oído hablar de mí, y que año tras año me ven por estas calles. Gracias a todos porque me hicisteis médico en el más amplio sentido de la palabra, que me sirvió para que en Zaragoza partiendo de cero, llegase a ser alguien, incluso a ocupar puestos relevantes. Gracias a mi esposa e hijos que tuvieron que soportar las intempestivas llamadas de noche y las preocupaciones que lleva consigo el ser médico rural.

Por todo aquello y como un vecino más, disfrutemos de estos días y gritéis conmigo:

VISCA ORGANYÀ VISCA LA FESTA MAJOR

Declaramos abierta la Fiesta Major